jueves, 10 de mayo de 2007

Watanabe no murió como dicen

La puta, la gran puta, la grandísima puta, no la de Vallejo, el colombiano maldito, sino una amiga que trabaja en un lugar de esos. Ella me contó algo que me dejó totalmente asombrado. Se llama Sharon, siempre me dijo que era su verdadero nombre y no el de batalla y yo hasta ahora le creo. Cuando la conocí, en la despedida de soltero de un colega, supe que era especial. No era peruana (y no es que las peruanas no sean especiales). Pero lejos de la imagen convencional Sharon indudablemente era una chica informada, distinguida, culta que conoce y debate con ardor el problema de las FARC como el mejor analista internacional en nuestro país (si es que los hubiera). Tiene 27 años, nació en Cali, dos de los cuales viene consagrando a hacer menos tristes a los demás. Odia estar sola, quiere conocer Asia, porque le han hablado un montón y hasta ahora no la han llevado, ha viajado por varios países –yo creo que trasladando insumos no tan legales- y ha recalado en Perú desde hace un año. Dice que está juntando plata para volver a su país. Ella precisamente me contó que en una ocasión otro amigo, que al igual que yo prefiere conversar y sentir la calidez de sus ojos, le leyó unos poemas bellísimos de un tal Watanabe. /Que hace ese intestino/dormido en una cama/recogido como un animal rosado/ Sueña que sale del cuarto/ Después de la lluvia/ por la ventana dorada/. Pienso que es ese, pero ella ya no se acuerda. Sólo recuerda que le gustó. Que sonaba bien. Me dijo que su amigo volvió el sábado siguiente y le obsequió un diminuto traje de baño que a ella le pareció que tapaba mucho. Que le había prometido llevarla a las playas de Asia (donde las empleadas audaces como Jacqueline Simon hacen marchas) uno de esos días. Esperaré sentada, me dijo con cierto escepticismo. Pero lo que me dejó pasmado es lo que me contó luego. Su amigo le dijo con tristeza que el autor del poema que le leyó aquella vez en ese cuarto estrecho, había fallecido a raíz de una gripe. ¿De gripe?, pregunté yo. Sí, me dijo con un mohín sensual. Resulta que el poeta este –Watanabe, agregué yo- Sí, él estaba con gripe y tomó una pastilla o algo así, y en su propia cama se fue ahogando hasta que ya no pudo resistir. No me especificó si se había atorado. Yo le dije que él tenía cáncer y que los medios de comunicación que dieron cuenta de su muerte resaltaban precisamente que murió víctima de este mal(cáncer de esófago indicaba la mayoría, a la garganta decían unos y al pulmón otros). Sharon sólo alzó los hombros como diciéndome a mí que me dices, dile al encargado de la biblioteca de tu país que es el que le contó a mi amigo, me respondió. “¿El autor Del pensar mestizo?”, me pregunté para mis adentros. En qué piensas me dijo acariciándome la cara. Antes de que me diera tiempo de responder, empezaron a tocar la puerta. Nuestro turno había acabado.

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